Hace mucho tiempo, vivía una ratoncita muy desdichada. Una vieja ratona escuchó el llanto de la ratoncita y hablando con ella descubrió lo que le pasaba. Resulta que estaba enamorada pero su padre no solo no aceptaba a su novio, sino que además quería concertarle un matrimonio con el mismísimo Sol. 

Conmovida y sorprendida, la ratona decidió hacer entrar en razón al padre. Se reunió con él y le preguntó el porqué de ese matrimonio tan fuera de lo común.

-Tan solo quiero lo mejor para mi hija. -Explicó el ratón padre. -El que se case con ella debe ser capaz de defenderla, así que he pensado en el Sol porque es el ser más poderoso sobre la Tierra, ya que con su poder da luz y calor.

-Pero el Sol no es el más fuerte. -Le dijo la ratona. -Cuando lo ocultan las nubes su luz se apaga y nos embarga el frío.

-¡Cielos, tienes razón! -Exclamó el padre. -Entonces debería casar a mi hija con una nube.

-Tampoco, -Negó la ratona. -Ya que las nubes están sometidas al viento, que las mueve a su antojo.

-¡Entonces está decidido! -Sentenció el padre. -Con el viento se casará.

-No saltes tan pronto a conclusiones, -Le reprendió la ratona. -Pues el viento tampoco es el más fuerte. Por muy fuerte que sople, un muro bien construido detiene su empuje.

-¿Me estás diciendo que tengo que casar a mi hija con una pared?

-No es tan descabellado como tu pretensión de casarla con el sol, las nubes o el viento, pero aun así ninguna pared puede impedir el paso a un ratón, pues horadamos los muros y establecemos en ellos nuestras moradas.

-Ahora entiendo a donde querías llegar, -Admitió el padre. -Mi hija se casará con un ratón, pero no con cualquiera. Tendrá que ser con el más fuerte de todos.

Y así se celebró un campeonato de artes marciales ratoniles para decidir cual ratón era más fuerte. Para suerte del ratón enamorado, solo otro ratón aparte de él se presentó a luchar por la mano de la ratoncita, pero para su desgracia era un pedazo de armario ropero de ratón.

La lucha era tremendamente desigual, el ratón fuerte le daba por todas partes, pero el ratón enamorado no se rendía. Cada vez que un golpe le tumbaba, volvía a levantarse y volvía al combate. Llegó un momento en el que el ratón fuerte se dio cuenta de que si seguía pegándolo, lo mataría, y no quería cargar con eso sobre su conciencia.

-No puedo vencer su fuerza de voluntad. -Declaró. -Es increíble, me retiro.

La ratoncita entró corriendo en el tatami a abrazar a su amado, que había llegado al limite de sus fuerzas y se había desplomado. Ambos alzaron la vista cuando su padre se acercó a ellos y se dirigió solemnemente al ratón.

-Hoy me has enseñado que una fuerte determinación puede conquistar cualquier fuerza sobre la tierra. Cuida bien de mi hija.

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